La paradoja de la libertad
¿Queremos realmente ser libres o solo perseguimos la ilusión de libertad?
En el blog de hoy vamos a explorar qué significa ser libre, y que consecuencias puede tener esa libertad sobre nosotros. Parece que tenemos más opciones que nunca. Desde elegir qué comer, qué carrera estudiar o cómo vivir nuestras vidas. Pero, ¿hasta qué punto somos dueños de nuestras elecciones?
Acompáñame un día más, a explorar la paradoja de la libertad.
La paradoja de la libertad
Por lo general, percibimos la libertad como un ideal humano fundamental. En principio, todos deberíamos tener el derecho de ser libres tanto de acción como de pensamiento, pero ¿es la libertad lo que buscamos realmente?
Punto 1: La cara oculta de la libertad
Cuando no nos detenemos un momento a pensar sobre ello, la libertad es lo que todo el mundo quiere. Pero a medida que nos adentramos en la idea de forma más profunda, empieza a aparecer la problemática, y la paradoja coge protagonismo. De forma contraria a esta percepción común de la que hablábamos antes, la libertad, lejos de ser un ideal humano fundamental, puede ser una carga para la cual la mayoría de personas no están preparadas. En principio, la libertad parece perfecta: autonomía total, poder decidir nuestro destino. Pero con la libertad viene la responsabilidad de decidir, y con cada decisión viene el riesgo de equivocarse. Esto es lo que implica ser libres realmente. Crecemos en un entorno, aprendemos a adaptarnos a él en base a la observación y a las enseñanzas que el mundo nos otorga, pero poco a poco nuestra autonomía crece, y es el momento de tomar decisiones que a veces, pueden ser tan importantes como paralizantes. Y aquí es donde el miedo y la incertidumbre se adueñan de nuestra mente.
Punto 2: Conformidad y adaptación
El mundo que nos rodea, las personas que forman parte de nuestro día a día, la masiva información que nos llega a través de las redes… Todo influye en nuestras decisiones y en definitiva, en nuestra conducta. Pero, ¿hasta qué punto?
Cuando llega la hora de ser libres, tenemos dos opciones: romper con los esquemas mentales implantados en nuestra mente a través de años de modelación, u optar por la seguridad y la comodidad, antes que por la incertidumbre y la responsabilidad. Las personas, por lo general, optan por esta segunda opción. La conformidad social es una tarea mucho más sencilla que ponernos a reflexionar realmente sobre nuestras creencias internas; es más fácil dejarnos llevar por las ideas del resto que crear una visión propia del mundo que nos rodea.
A menudo es más complicado verlo en las ideas. Pensar fuera de la caja es casi imposible si ni siquiera sabes que estás dentro de ella. Pero en el comportamiento, es mucho más fácil de ver. En un experimento social, 5 personas están esperando su turno en la consulta, todas ellas implicadas en esta prueba. Una nueva persona ajena al experimento, llamémosle sujeto A, entra en la consulta y toma asiento. En ese momento, un pitido suena en los altavoces, y las 5 personas involucradas en la investigación se levantan al unísono de sus asientos y se vuelven a sentar, tal y como estaba planeado. El sujeto A queda perplejo, pero la próxima vez que suena el pitido decide imitar el comportamiento del resto y levantarse al escucharlo. Uno de los implicados en el experimento sale de la habitación, y un nuevo sujeto de prueba entra por la puerta. Así sucesivamente hasta que dentro de la consulta solo quedan los sujetos que no saben nada sobre el experimento. Lo curioso, es que las 5 nuevas personas que hay dentro, se levantan cada vez que escuchan el pitido y se vuelven a sentar. ¿Por qué? Ninguno de ellos lo sabe, pero todos sin excepción han adoptado el comportamiento. A menudo somos libres, pero optamos por adaptarnos y no ejercer ese poder. La pregunta más obvia es, ¿por qué?
Punto 3: La razón detrás del miedo
La libertad de decidir no ir en consonancia con los pensamientos o comportamientos sociales de la época en la que estemos, puede llevarnos a la exclusión social. Esa exclusión trae consigo innumerables problemas para la psique humana como la depresión y la enfermedad. Incluso nos puede llevar a una crisis de conciencia que nos haga dudar de quiénes somos y de nuestro lugar dentro de la sociedad. Es comprensible que las personas teman ejercer su libertad al completo. Adoptar las ideas del resto no es solo más fácil, sino que también es más útil. Nadie va a empezar una pelea de argumentos contra alguien que comparte su misma forma de pensar. Como mucho, pueden autoconfirmar su visión del mundo, y echar más leña al fuego. Al acabar, lejos de haber aprendido algo nuevo, saldrán más convencidos de que su visión es la correcta, y de que el resto está equivocado. Esto destruye el pensamiento crítico, pero esas personas se sienten arropadas por un grupo que les comprende y comparte sus mismas ideas. La necesidad de pertenencia le gana con creces a la necesidad de libertad, sobre todo al ni siquiera ser conscientes de que no estamos siendo libres del todo. No hemos adoptado esa forma de pensar tras años de reflexión y búsqueda de información contraria a nuestras ideas; la hemos adoptado a raíz de la información que hemos absorbido del mundo exterior, casi de forma inconsciente. Es adaptativo, y es lo que mejor se nos da.
Punto 4: Las consecuencias de las acciones
A lo largo de la historia, ciertas estrategias políticas han implicado la ausencia deliberada de una figura de poder, permitiendo que el caos se extienda en la sociedad, con el objetivo de que las personas aclamen su regreso y acepten su mandato. Si la libertad total a menudo lleva al caos, podríamos aducir que lo único que frena a algunas personas de cometer actos delictivos es la ley que limita su libertad de acción a través de las consecuencias. Pero, ¿hasta qué punto es esto cierto?
Dostoievski, uno de los más grandes escritores de Occidente y de la literatura universal, argumenta que la verdadera libertad no es la capacidad de actuar sin restricciones, sino la necesidad de rendir cuentas por las propias acciones. Un buen ejemplo es el de su novela Crimen y Castigo. En la novela, el protagonista comete un crimen creyendo que, como individuo extraordinario, tiene la libertad de transgredir las leyes morales en pos de un bien mayor. Justifica su asesinato, pero es atormentado por la culpa. Su sentimiento de culpa revela que las leyes morales están profundamente arraigadas en la conciencia humana. En esencia, la libertad está limitada no sólo por leyes externas, sino también por la brújula moral interna que gobierna el comportamiento humano. Las personas que decidan ejercer su libertad cometiendo actos moralmente reprochables, tendrán que vivir con el peso de sus acciones.
Impacto psicológico de la libertad
1) Ansiedad. La tienda de los mil deseos.
Seguro que te ha pasado alguna vez que pasas casi más tiempo eligiendo una película que disfrutándola. En la sociedad actual, es increible la cantidad de opciones que tenemos a nuestro alcance. Resulta incluso paradójico que, aunque tener opciones a priori es algo positivo, cuando estas son demasiadas, nuestro cerebro se sobrecarga. Entramos en lo que en psicología se conoce como parálisis por análisis. Tantas opciones a nuestro alcance hacen que nos sintamos totalmente abrumados, y en consecuencia, postergamos nuestras elecciones u optamos por no tomar ninguna en absoluto. Esto puede producir un sentimiento de inseguridad y ansiedad. Si el mayor problema es elegir qué película ver con tu familia, tampoco es que no vaya a explotar la cabeza. Pero si es una decisión importante, como que estudiar o que modelo de negocio emprender, la sobreinformación y las múltiples opciones que aparecen nos bloquean por completo. Somos libres de decidir, pero no tenemos ni idea de qué hacer con esa libertad, y lo más importante, nos da un miedo terrible tomar una elección y equivocarnos.
2) Estrés. El peso emocional de decidir
En un supermercado, colocaron dos mesas con mermeladas: una con 6 sabores y otra con 24. Curiosamente, más personas compraron en la mesa con menos opciones. ¿Por qué? Porque simplificar las opciones hace que el proceso de decisión sea más manejable y menos estresante. El exceso de opciones genera una presión adicional: la de tomar la mejor decisión. El caso es que rara vez existe la mejor decisión. Nunca sabremos lo que hubiera pasado si hubiéramos tomado otro camino, pero somos lo que somos por estar donde estamos. Es preferible equivocarse y aprender, que dejarnos llevar por el miedo a elegir mal. Puedes comerte la cabeza con las posibilidades hipotéticas que solo existen en tu mente, y dejarte embargar por un sentimiento de insatisfacción, o puedes optar por el camino contrario: aprender de las lecciones que te ha ofrecido esa elección que has tomado libremente. No solo estas a tiempo de tomar el camino alternativo que desechaste, sino que ahora puedes enfrentarlo con una serie de aprendizajes que antes no tenías; con una perspectiva que antes ni se te hubiera pasado por la cabeza. La gente simplifica sus opciones para tomar una decisión y no tener que volver a tomar otra. Tú, puedes hacer el esfuerzo, y aprovecharte de las lecciones que te otorga cada elección. Olvídate de la mejor decisión, actúa y aprende.
3) Compromiso. Una alternativa en cada esquina
En un mundo lleno de posibilidades, nuestra capacidad para comprometernos cada vez se ve más afectada. Ya sea con una decisión, un trabajo o una relación, la posibilidad de que haya una mejor opción en cada esquina hace que nos sea más difícil comprometernos. Un ejemplo claro ocurre con el consumo de contenido. Las personas cada vez optan menos por el contenido de larga duración, prefiriendo el formato vertical de duración breve. La idea de elegir un video de 30 minutos resulta menos atractiva que el hecho de consumir en esos 30 minutos un sin fin de videos, que van a proporcionar una incomparable estimulación y producción de dopamina. Por qué comprometerse con un video, teniendo cientos al alcance de un slide. La adicción y la insatisfacción al intentar obtener ese nivel de estimulación en el mundo real, y la dificultad a la hora de crear relaciones estables que nos hagan sentir bien, son consecuencias fatales de la libertad de cada individuo para anteponer el placer a la salud.
Escapa de la paradoja
La libertad también es una oportunidad para crecer, conocernos mejor a través de nuestras elecciones, y sobre todo, para construir la vida que realmente deseamos. Pero primero, debemos aprender a gestionarla de la forma correcta, para no caer en su lado oscuro.
1) Fortaleza: Aguanta el peso de la libertad
La vida está llena de elecciones importantes con las que debemos aprender a lidiar. Aguantar el peso de la carga que implica la libertad de elección forma parte de la vida, y para ello, el primer paso es conocernos bien a nosotros mismos. Te invito a dedicar unos minutos al día a explorar cuáles son tus valores y prioridades. Tener claro lo que es importante para nosotros simplifica las decisiones, al evitar que perdamos el tiempo con aquello que solo está ahí para distraernos y que no nos ofrece nada de valor a cambio. Por otro lado, debemos aceptar que no todas las decisiones serán correctas desde el principio, pero los errores forman parte del viaje, y podemos aprender mucho sobre ellos si aprendemos a mirar desde la perspectiva correcta. Aprende a ver los errores no como fracasos, sino como oportunidades para aprender, y alcanzar una nueva y mejorada versión de ti mismo.
2) Compromiso: Abraza tus decisiones
Aprender a comprometernos es clave para alcanzar estabilidad, propósito y felicidad. Cuando te comprometes con una decisión, un proyecto o una relación, eliminas el ruido externo y te enfocas en alcanzar la mejor versión de ti mismo en cada circunstancia. En esencia, te permite concentrarte en lo que realmente importa, canalizando tu energía y recursos en una dirección clara. Es más fácil avanzar cuando comprendes hacia dónde vas.
El compromiso también nos ofrece el éxito a largo plazo, dado que, por lo general, todo logro que merezca la pena requiere de un alto esfuerzo, y una dedicación implacable. Comprometerse con proyectos importantes e invertir tiempo y esfuerzo en ellos, aumenta las probabilidades de obtener resultados significativos.
Recuerda que la verdadera libertad no reside en dejarte llevar por las infinitas opciones y posibilidades, sino en elegir con intención y abrazar tus decisiones.
3) Educación: El conocimiento nos hace libres
La libertad sin educación es como un barco a la deriva, incapaz de encontrar un rumbo claro, lo que inevitablemente lleva al caos, el egoísmo y el daño hacia los demás. La clave para transformar la libertad en una herramienta de progreso es la educación. Cultivar nuestra inteligencia emocional, pensamiento crítico y sentido de la ética a través del aprendizaje, nos permite reflexionar sobre nuestras decisiones y comprender cómo nuestras acciones impactan en los demás. En esencia, nos convierte en mejores personas, y evita que hagamos daño a las personas que nos rodean.
Aunque esta idea pueda parecer utópica, no es una excusa para no tomar acción de forma individual. Te invito a reflexionar sobre las acciones que tomas, y a identificar si tus decisiones están alineadas con tus valores y si aportan algo positivo al mundo que te rodea. Cada elección cuenta, y aunque no podemos controlar a los demás, sí podemos ser un ejemplo para ellos. La verdadera libertad no se encuentra en hacer lo que queramos sin límites, sino en ejercer nuestro poder de decisión con conciencia y empatía.
Reflexión
El concepto de libertad es todo un desafío, y se ha reflexionado sobre él de innumerables formas a lo largo del tiempo. Recuerda que no hay una respuesta única, y que cada cual entiende la libertad de formas diferentes, pero te invito a trabajar y reflexionar sobre los puntos que hemos ido tratando a lo largo del video. Te aseguro que te ayudarán a encontrar una mejor versión de ti mismo.
Dicho esto, espero que este blog os haya ayudado a reflexionar, y a comprender un poco mejor los entresijos de la complicada paradoja de la libertad. Queridos amigos, nos vemos en la próxima.