El Poder De La Muerte

La muerte es inherente al ser humano.

Forma parte de la vida.

Observamos las cosas perecer en cada momento.

Desde una planta que se marchita, hasta nuestros seres queridos más ancianos que, tarde o temprano, abandonan este mundo dejando en él su precioso recuerdo.

Así es la naturaleza, nadie escapa a su poder.

Por estas y muchas más razones, la muerte nos obsesiona durante toda la vida, queramos admitirlo o no. 

A menudo, en un vago intento de apartarla de nuestra mente consciente, intentamos negarla.

Erigimos todo tipo de defensas a nuestro alrededor para eludir una realidad que acabará por alcanzarnos.

Aun así, no resulta muy eficiente.

Se derrama por nuestras fantasías y sueños. 

¿Cuántos de vosotros habéis soñado alguna vez con la muerte de un ser querido? 

Es una sensación indescriptible.

A mi me ocurrió en un momento de mi vida en el que tenía más estrés de lo habitual.

Me desperté sudando, y tardé varios días en quitarme la escalofriante escena de mi mente.

Parecía recién salida de una novela.

No se si os habréis dado cuenta de la de novelas y grandes obras que utilizan la muerte como eje central de su argumento.

Qué sería de Crimen y Castigo, o Cien años de soledad sin ella.

Sin duda es un tema que inspira toda clase de emociones.

Y como no podía ser de otra forma, oculta un gran poder transformador en el que seguro que nunca te has parado a pensar.

Y bueno, de eso es de lo que vamos a hablar en este video.

De cómo utilizar la muerte para transformar nuestra vida por completo.

La muerte en nuestra historia

Todo empieza cuando somos niños.

Es curioso.

Acabamos de saborear el mundo y ya nos preocupa cómo vamos a salir de él.

Preguntamos de todas las maneras posibles, buscamos respuestas, pero parece que nadie se siente del todo cómodo respondiendo.

Parece un tema tabú entre los adultos, y el porque es muy sencillo de responder:

una de las principales tareas a lo largo de nuestro desarrollo es enfrentarnos al temor de desaparecer. 

La mayoría no sabemos lo que hacer con ella.

Parecemos unos malabaristas principiantes intentando sostener lo que sentimos y lo que desearíamos sentir.

Muchos eruditos de la psicología y la filosofía aconsejan no sacar a flote un tema que inspira tanta angustia cuando no es necesario.

Como podréis imaginar, yo no estoy de acuerdo. 

¿Por qué motivo no íbamos a hablar de ello? 

No existe vida sin muerte.

Es algo inherente a todo ser vivo, por lo menos que conozcamos.

Seguro que hay algún alienígena viendo este video que no se siente identificado.

Aun así, desde que existen registros escritos de pensamiento, los humanos se han dado cuenta de que todo se desvanece.

Un grandísimo ejemplo es La Epopeya de Gilgamesh, la obra literaria más antigua de la Humanidad. 



El rey Gilgamesh de Uruk podía vencer a cualquiera en combate. Era fuerte y valeroso.

Un día Endiku, su mejor amigo, fallece.

Gilgamesh, presa del terror, decide que él nunca morirá, y se propone buscar el modo de vencer a la muerte.

En su viaje hacia los confines del universo lucha contra todo tipo de fieras.

Encuentra el camino hacia el infierno, mata al barquero del río de los muertos y encuentra a Utnapishtim, el último superviviente del diluvio primordial.

Aún así, Gilgamesh no encuentra la cura para la muerte, y regresa con una idea muy clara:

los dioses crearon al hombre y dispusieron que el destino inevitable de estos fuera la muerte.

No había otra opción que aprender a vivir con ello. 



Hoy en día la figura de Gilgamesh sigue vigente porque el anhelo que lo mueve nos es familiar a todos:

escapar de la muerte.

Marco Aurelio también hablaba mucho de ella.

En sus escritos podemos ver como ve la muerte como una parte más de la naturaleza, al igual que el cambio de estaciones.

No veía sentido a temer aquello que era inevitable y que nos es común a todos.

Por el contrario, sus escritos animan a ser conscientes de la muerte para valorar el presente y actuar con integridad.

Esta es la clave:

si en vez de apartar nuestra mente de la idea de la muerte, la enfrentamos, nuestra visión frente al mundo puede cambiar por completo. 

Un gran ejemplo es la novela Cuento de Navidad de Charles Dickens.

El protagonista, que es un hombre egoísta y avaro, es visitado por los fantasmas de las navidades pasadas y presentes.

Pero el único que logra generar un cambio real en él es el Fantasma de las Navidades Futuras.

Este espíritu le muestra un mundo donde su muerte no provoca tristeza, sino indiferencia.

Ve a personas negociando con sus pertenencias y vendiéndolas sin respeto.

Descubre que nadie llora su partida; algunos incluso sienten alivio.

En un momento crucial, ve su propia tumba y se da cuenta de que ese es el destino que ha construido con su avaricia y falta de compasión.

Aterrorizado por la visión de su final solitario y sin legado positivo, el protagonista se arrepiente y decide cambiar su vida por completo.

Al despertar, se convierte en un hombre generoso y amable.

Su transformación es un gran ejemplo de cómo la confrontación con la muerte puede sacudirnos y darnos una nueva perspectiva.

La muerte es inevitable, pero el tipo de vida que llevemos está en nuestras manos. 

Otro buen ejemplo es el del libro “La muerte de Ivan Ilich”.

Ivan se da cuenta de que está muriendo de forma espantosa porque vivió de forma espantosa.

Eso genera un cambio en el.

Es sus últimos días, siente una paz y un sentido que jamás antes había alcanzado. 

Está claro que la muerte tiene un poder transformador en las personas.

Muchos pacientes terminales dicen que es una pena tener que estar apunto de morir para aprender a vivir.

Cuando se encuentran cara a cara con la muerte, los pacientes sienten que se han vuelto más sabios.

Priorizan sus valores y dejan de preocuparse por las trivialidades que, por desgracia, tienden a ocupar nuestra conciencia la mayor parte del tiempo.

Pero, ¿de verdad es necesario estar cara a cara con la muerte para usar ese motor de cambio a nuestro favor?

Cómo usar la muerte para el cambio

Según el filósofo alemán Heidegger, existen dos modos de vida: 

Modo de existencia cotidiano: el entorno material nos consume y nos distrae. Sentimos admiración por el cómo son las cosas del mundo. 

Modo de existencia ontológico: en él, estamos conectados con el ser. Admiramos que las cosas sean. Es el reino más allá de las preocupaciones cotidianas. 

Cuando nos encontramos en el modo ontológico, estamos en un estado de particular predisposición para el cambio personal.

Es aquí donde nos interesa estar, pero como comprenderéis, el modo de existencia cotidiano se llama cotidiano porque es en el que la mayoría estamos inmersos todo el tiempo.

Por lo tanto…

¿Cómo podemos arrancarnos del modo cotidiano para llegar al ontológico?

Al parecer, la única forma es a través de las experiencias límite.

Son estas las que fijan nuestra atención en el ser.

La confrontación con la muerte es la más poderosa sin duda, como ya habréis imaginado, pero no es la única forma. 


Punto 1: Pérdida
La clave realmente es que las experiencias (más o menos dramáticas) alteran la perspectiva.

Cuando perdemos a un ser querido por ejemplo, nos centramos en la pérdida, lógicamente.

Es un momento duro de la vida para el cual nunca se está preparado.

Muchas veces el dolor convive con nosotros, y debemos aprender a lidiar con él. 

En un estudio se encontró que un tercio de los sujetos que habían sufrido una pérdida, iban más allá de la reparación y recuperación de la circunstancia.

Lograban un nuevo nivel de madurez y sabiduría.

No todas las personas que enfrentan una pérdida lo experimentan, pero por mucho que duela, es una buena oportunidad para crecer.

Enfrentarnos a la realidad de que la vida es finita nos hace preguntarnos: 

¿Estoy viviendo de acuerdo con mis valores?
¿Estoy dedicando mi tiempo a lo que realmente tiene sentido?


Se eliminan las preocupaciones triviales y nos ayuda a enfocar la atención en lo esencial.

Por otro lado, cuando procesamos el dolor en lugar de evitarlo o resistirnos a él, encontramos una profundidad emocional que nunca antes habíamos experimentado.

Esto nos lleva a empatizar más por el sufrimiento de los demás, a desarrollar un sentido más profundo de gratitud y sobre todo, despierta en nosotros un deseo de vivir con mayor autenticidad. 


Punto 2: Epitafio
Otra reflexión que considero muy poderosa es la reflexión sobre el epitafio: 

¿Qué te gustaría que dijera tu tumba? 

Es un ejercicio más complicado de lo que parece.

Una vez des con la respuesta de cómo quieres ser recordado, debes responder las siguientes preguntas:

¿Estoy viviendo hoy de manera coherente con ese mensaje?
¿Qué debo cambiar para que ese epitafio se haga realidad?

Esto te empujará a ser realmente quien quieres ser, a encontrar aquello que más resuene con tu persona, y a no dejarte distraer por trivialidades sin importancia. 

Otra pregunta poderosa que puede ayudarte en este punto es la siguiente:

¿Cómo vivirías si supieras que solo te queda un año de vida?

Desde luego, las respuestas no son nada sencillas.

Requieren un gran trabajo de introspección, por lo que te invito a coger un cuaderno, buscar un lugar tranquilo y pensar profundamente al respecto.

Es la única forma de encontrar el camino hacia un cambio profundo y significativo. 


Punto 3: Trascendencia
El verdadero sentido de la vida parece ir más allá de uno mismo.

Los dos puntos anteriores a menudo desembocan en esta realidad.

Cuando nuestros proyectos de vida están centrados en el amor a una causa o en ayudar a los demás, parecen resultar mucho más significativos y satisfactorios.

En mi caso por ejemplo, siento que mi trabajo ayuda a las personas a encontrar un camino entre las tinieblas.

Son estos proyectos los que nos hacen sentir satisfechos cuando llega la hora final. 

Piénsalo.

Por eso muchas personas exitosas que comenzaron su carrera con la idea de triunfar y ganar un montón de dinero suelen acabar en una crisis existencial.

Persiguen más y más dinero del que nunca podrán gastar, y la vida les arrebata el tiempo que podrían estar pasando con sus seres queridos.

Si existe un sentido de la vida, seguro que no está en lo material.

Todas estas cuestiones nos empujan a buscar una vida más significativa de la que nos sintamos orgullosos el día de mañana.

Si algo te debe quedar claro con este video, es que vida solo hay una, y no debemos desperdiciarla. 


Punto 4: Crisis Existencial

Mi vida no tiene sentido
No siento pasión por nada
Me siento vacío
Soy adulto, y sigo sin saber que quiero hacer cuando sea mayor


Si alguna de estas cuestiones ha hecho eco en tu mente, déjame decirte que no estás solo.

Buscar nuestro propio camino puede ser de las cosas más complejas de la vida.

Pero si interiorizas los puntos anteriores e intentas responder a las cuestiones de las que hemos ido hablando con sinceridad, te acercarás un paso más a la respuesta que buscas. 

Una de las preguntas más poderosas que me ayudó a encontrar mi propio camino, fue la siguiente:

¿Qué harías si mañana fuera tu último día?

Quiero que te tomes tiempo en responderla.

No es fácil.

Es mucho más sencillo ignorar esta cuestión.

Pero si lo que de verdad estás buscando es un cambio real y significativo, esa respuesta puede convertirse en tu brújula. 

Si mañana fuera tu último día…

¿Seguirías con tu rutina?
¿Seguirías postergando esa conversación pendiente?
¿Seguirías esperando “el momento perfecto”?
¿A quién llamarías?
¿A quién le pedirías perdón?
¿A quién abrazarías con fuerza, como si con eso pudieras detener el tiempo?
¿Qué dejarías de hacer?
¿Qué dejarías de esconder?


Y lo más importante…

¿Qué harías sí o sí, sin importar el miedo?

Esa respuesta, puede mostrarte el camino hacia una vida plena y significativa. 

Te leo en los comentarios.

Nos vemos en la próxima.