La Verdad Sobre La Felicidad
Siempre se complica más de lo necesario, pero…
¿Quieres saber la verdad?
El camino hacia la felicidad es más sencillo de lo que crees:
3 puntos clave determinan el 99% de tu felicidad, y hoy, quiero compartirlos contigo.
Empecemos.
1) Dirección: En busca del sentido
Quiero que imagines un coche en tu mente.
Te diriges hacia él, abres la puerta y entras. Enciendes el motor y empiezas a circular.
Solo tienes una idea en tu mente: llegar lo más lejos posible.
A medida que avanza el tiempo, te notas cansado.
Los párpados se te caen, pero decides continuar.
Ignoras todas las señales de tu cuerpo porque tienes el objetivo muy claro.
Al pasar de las horas, y cuando tu cuerpo no puede más, no te queda otra opción que parar.
Apagas el motor, sales del coche y te das cuenta de algo: estás en medio de ninguna parte.
Has conducido durante horas, pero no has llegado a ningún sitio.
Te faltaba lo más importante: una dirección.
En la vida existen dos tipos de personas.
Aquellas que se centran en la distancia, y las que invierten tiempo y esfuerzo en encontrar la dirección.
La distancia no es más que una mera puntuación. Cuánto camino hemos sido capaces de recorrer.
• Cuánto dinero he conseguido amasar.
• Cuántos kilos he conseguido bajar.
• Cuántos títulos tengo enmarcados en mi despacho.
Son esos logros que, por mucho que queramos eludir, buscan impresionar a los demás.
Perseguimos la validación externa, porque no somos capaces de encontrarla en nuestro interior.
En cambio, la dirección responde a la pregunta más importante y poderosa de todas: ¿por qué?
Cuando entiendes por qué haces lo que haces, dejas de necesitar que nadie te valide.
Haces lo que haces, simplemente porque lo disfrutas.
A esto se le llama motivación intrínseca, y las personas que son capaces de encontrarla, son más felices.
El por qué es sencillo de entender:
Las personas que se centran en la distancia, o lo que es igual, las que toman acción en base a la motivación extrínseca, viven a base de pequeños empujones.
El empujón puede servirse en forma de recompensa, de presión social o incluso del miedo a una consecuencia negativa.
• Trabajar solo por el sueldo.
• Seguir una dieta por la presión social de verte bien.
• Estudiar por obligación.
El problema es que, si el incentivo desaparece, la motivación también.
En cambio, una persona con una dirección clara y motivada intrínsecamente no necesita ninguna presión o recompensa.
Simplemente disfruta y es feliz haciendo lo que hace.
• Pinta porque le relaja.
• Lee porque le encanta descubrir historias.
• Aprende porque siente curiosidad.
La acción es el premio en sí mismo.
A nadie le gusta vivir a base de empujoncitos.
Por lo que el primer paso es encontrar aquello que te llena realmente y empezar a tomar acción en esa dirección.
El problema reside en que la mayoría abandonamos los objetivos para los cuales estamos intrínsecamente motivados, porque no recibimos suficiente recompensa externa.
Lo cual nos lleva a preguntarnos…
¿Por qué parece que los motivadores extrínsecos son un imán para nuestra mente?
¿Por qué no podemos ser felices simplemente haciendo lo que amamos?
Vamos a verlo.
2) Introspección: El billete hacia la felicidad
En teoría, siempre deberías sentir algo de felicidad contigo.
Experimentamos picos altos y bajos en base a las circunstancias naturales de la vida.
Aun así, nuestro cerebro tiende a regresar a su línea base de felicidad.
El problema es que, esas circunstancias de la vida, a veces dejan más mella de la debida.
Ojalá pudiéramos ver la película de nuestra vida, para saber con antelación cuando nos va a moler a palos.
Pero no.
El futuro es incierto, y los golpes nos caen de la nada sin previo aviso.
Con el tiempo, se va formando una idea en tu mente: la creencia de que no mereces ser feliz.
Una vez interiorizada esa idea, no logras ser feliz mucho tiempo.
Cada vez que ocurre algo positivo tu mente te sabotea.
Te preguntas si de verdad mereces todo lo bueno que te está pasando.
La ansiedad y el sentimiento de culpa pasan a formar parte del día a día.
Ese dolor que sientes te incapacita para buscar la felicidad dentro de ti, por lo que solo te queda una opción:
buscarla fuera.
Entras en un ciclo en el que cuanto más dolor sientes, más felicidad externa necesitas.
Cuando la consigues, empieza el sabotaje.
No merezco ser feliz, no valgo para esto, no soy suficiente…
Sientes que estás viviendo una mentira, lo cual te lleva a más dolor, y vuelta a empezar.
A la hora de romper el ciclo, como en casi todos los ámbitos de la vida, se busca el camino fácil.
Fiesta, alcohol, obsesión con el trabajo, comida chatarra, necesidad de control excesivo…
Hay mil formas de evadirnos de la realidad.
El problema es el siguiente: como dice la 3 ley de Newton, toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto.
Cuanto más intentes evadir la realidad, más contundente será la vida a la hora de devolvértela.
La única solución real es sanar las heridas internas.
El problema es que lleva tiempo.
No solo eso, sino que se lucha contra un sentimiento natural: el miedo.
Miedo a lo que podamos encontrar si miramos en nuestro interior.
El caso es que no le damos la suficiente importancia a la salud mental como para enfrentarnos a nuestras heridas internas.
Imagina que una persona tiene una grave aracnofobia y una enfermedad terminal.
La única cura a su enfermedad está al fondo de un cajón, custodiado por una enorme araña.
Esa persona, por mucho miedo que tenga, va a moler a palos a la pobre arañita para salvar su vida, ¿y quien no lo haría?
Vale, podríamos ser más benevolentes con la araña y simplemente apartarla, pero cogéis la idea.
Cuando se trata de una enfermedad así lo vemos muy claro, pero en cuanto se trata de sanar nuestra mente no nos atrevemos a dar el paso.
Introspección, trabajo emocional, terapia y paciencia, son la cura, y están al fondo del cajón.
La respuesta está en tu interior, y una vez la encuentres, tendrás un billete en primera clase hacia la felicidad.
Vamos a ver por qué.
3) Amor: La cura del malestar
Somos seres sociales.
Necesitamos vínculos emocionales sanos para ser felices.
El problema es que sin el trabajo interno del que hablábamos, construir un vínculo sano se hace cuanto menos difícil.
Imagina una relación en la que una persona es feliz y la otra no.
La persona feliz intentará hacer todo lo que esté en su mano para ayudar a la persona que no lo es.
El caso es que, por mucho que se intente, nadie es un superhéroe.
Esta situación tiene fecha de caducidad.
Tarde o temprano, la batería se agota y la otra persona deja de tener energía para compartir su felicidad.
El resultado: dos personas rotas.
Una relación tóxica convierte nuestra empatía en un arma que es usada contra nosotros.
No podemos llenar el vacío de nadie con nuestro amor, si no queda más amor para dar.
Es triste pero es real.
Esto funciona en ambas direcciones.
No puedes hacer feliz a alguien, si no está feliz consigo mismo.
De igual forma, nadie puede hacerte feliz si no estás feliz contigo mismo.
Para mejorar tus relaciones con los otros debes mejorar primero tu relación contigo mismo.
De ahí la importancia del punto anterior.
Cuando se habla de relaciones, siempre sale a relucir el concepto de la media naranja.
Encontrar a una persona que encaje contigo es muy bonito, pero el concepto es un arma de doble filo.
He visto muchas parejas que tratan su relación como un mero intercambio de intereses.
Te doy los gajos de mi media naranja, pero espero que tú me des los tuyos.
Una relación que espera algo a cambio por cada cosa que da, se convierte en una relación competitiva.
Estamos ante dos personas que no han hecho el trabajo interno necesario.
Y es que, en última instancia, la clave de la felicidad es muy simple: ser y compartir con otra persona sin esperar nada a cambio.
Si eres capaz de entregar todo tu ser a la otra persona, ya no seréis una mitad buscando desesperadamente una cura al insaciable malestar inherente de la vida;
ambos tendréis todo de los dos, y todo de cada uno.
Esto, queridos amigos, es la verdadera felicidad.
Dos personas imperfectas con el coraje de compartir su felicidad, acaban siendo felices juntos.
Todo lo demás, todas esas motivación extrínsecas, son intentos inútiles de suplir las carencias que tenemos.
Tener a nuestro lado una persona que nos ama incondicionalmente a pesar de nuestros defectos, nos ayuda a mejorar cada día, y lo que es más importante: nos enseña a amarnos a nosotros mismos.
Como consecuencia, el amor propio nos libera de la necesidad de inhibir nuestro dolor.
Empezamos a ser quienes somos realmente, y la felicidad se vuelve parte de nuestra vida.
Espero que hayáis disfrutado del vídeo, y que os ayude a encontrar el camino hacia la felicidad.
Pequeños pero constantes pasos en la dirección correcta, ese es el camino a seguir.
Mereces ser feliz, no lo olvides.
Nos vemos en la próxima.